“El que cumple la voluntad de mi Padre entrará en el Reino de los cielos”.
Mt. 7, 21.24-27
¡No basta rezar! Hay que poner en práctica la voluntad de Dios. La vida cristiana fue desde sus inicios una vida que se afincó en la fe en Jesucristo, y se tradujo en acciones concretas. No consistió, ni debe consistir ahora, en prácticas devocionales que se queden en lo individual, y peor aún en bonitos discursos o deseos. Pensar en Dios es hermoso, vivir conforme a la voluntad de Dios es divino. Hay muchos que afirman amar a Dios, participan en los oficios litúrgicos sin falta, cumplen con sus deberes religiosos, pero no viven conforme a lo que Dios quiere. Son buenos practicantes en los templos, pero fuera de ellos son otras personas. A Dios se le lleva en la vida y se le manifiesta con acciones.