“Así como recogen la cizaña y la queman, así será el fin del mundo”.
Mt. 13, 36-43
La buena semilla son los ciudadanos del Reino, los justos. La cizaña, en cambio, son los partidarios del maligno, los que inducen a los otros al pecado y todos los malvados. Uno elige que ser: ciudadano del Reino o partidario del maligno. Ser uno u otro nos define. Optar es una decisión madura que todos debemos tomar. Dejarse llevar, consentir el mal, abandonarse al maligno, no exime de la culpa. Hay dos vías por las que transita la vida de una persona, el bien o el mal. La elección que uno haga será el mundo en que como viva. Pero tal elección, el día del juicio, tiene un costo. Religiosamente hablando existe en la realidad de un juicio final. Humanamente hablando, el mal que uno hace termina por acabar con la vida de otra persona, de una familia, de un grupo de amigos, o de una sociedad entera. La vida de un justo, en cambio, brilla porque es ciudadano del Reino.