“Jesús de Nazaret, que fue crucificado, resucitó”.
Mc. 16, 1-7
Han transcurrido las horas. Nadie ha podido dormir. El llanto de los amigos y las amigas de Jesús han cubierto sus ojos. Su amigo está muerto. Quien amó y pasó por la vida haciendo el bien, murió a causa del odio y la cerrazón. Ocultos por el miedo a correr la misma suerte están encerrados, escondidos. Pero no es el mismo ambiente para los habitantes de Jerusalén. Ellos están en los preparativos de la fiesta de Pascua. La muerte de Jesús fue noticia unas horas, y sólo para los que estaban allí. Muchos no supieron lo que pasó a Jesús hasta días después. Esperando la primera luz del alba están María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé. Ellas esperan poder ir a ungir el cuerpo del Señor. Tienen miedo, pero más fuerte su amor por él. Se ponen en camino y al llegar no hay cuerpo. Un ángel las espera para darles una noticia inesperada: "al que buscan está vivo". No está aquí. En el corazón de las mujeres hay una mezcla de alegría y desconcierto. Pero dentro de ellas algo germina, la certeza de la fe en la resurrección.